*** Y EL CENSO DE 2012 MUESTRA QUE SOMOS MÁS DE UN MILLÓN Y MEDIO DE MAPUCHE, SOMOS UN PUEBLO VIVO, SOMOS LOS HIJOS DE LOS QUE NO PUDISTEIS MATAR ***

martes, 8 de noviembre de 2011

El Mapuche, una vida entre el despojo y la criminalización por la defensa de la Ñuke Mapu

Me preguntaban hace unos días, cuál era el motivo que llevaba a  las comunidades mapuche a hacer una pública defensa de los recursos naturales, de ríos, mar, tierra, árboles. Aducían los preguntantes de que eso es una “pega” de las organizaciones ambientalistas ya que son éstos quienes poseen conocimientos más científicos para esa defensa con claros argumentos.
Lo que nadie logra entender es que ser mapuche, es ser mediombientalista de nacimiento. Para los mapuche, la tierra –mapu- tiene una connotación sagrada, el mapuche está ubicado al centro del medioambiente en que habita, al centro de su sagrada tierra. Son los mapuche quienes son los herederos legítimos para defender el medio ambiente, la “propia casa” amenazada por las forestales, las hidroeléctricas, las mineras, los grupos económicos. Son ellos los que vienen siendo golpeados con particular virulencia y el estado haciéndose cómplice de acallarlos, aplicado la ley antiterrorista que bien podría llamarse la ley antimapuche, en cada acción de defensa que realizan de su territorio.

De modo que cualquier defensor del medio ambiente de este país, debería conocer que existe un pueblo, una nación -la nación mapuche-, que desde tiempos inmemoriales está por la defensa de esta idea de la cual es parte, su centro. Y esa es la lucha por la defensa y por la recuperación de esos espacios que les pertenecen en Panguipulli, en Lleu Lleu, en Pilmaiquén, en Temucuicui y en todos los lugares donde existen estos espacios naturales que dan vida al mapuche.

El despojo, el robo y la expropiación de las tierras a los pueblos originarios no son nuevos en la sociedad chilena, y se remonta al siglo XIX con el proceso de pacificación de la Araucanía. Esta pacificación consolida la usurpación desconociendo los derechos de posesión y propiedad del pueblo mapuche a sus tierras ancestrales. En consonancia, reconoce títulos de propiedad fraudulentos a los nuevos colonos y viejos terratenientes, tal como lo señala Eduardo Mella diciendo que “La ocupación de la Araucanía implicó para el Estado la anexión de casi 5 millones de hectáreas y para los mapuche la reducción a menos de 5 por ciento de lo que fue su territorio ancestral con la reducción territorial, alrededor de 40 mil mapuche no fueron radicados en territorio alguno. El mapuche fue obligado a subsistir en pequeños espacios de superficies, inferiores a 6.18 hectáreas por persona promedio”.

En la dictadura militar chilena, al tiempo que se tortura, asesina y desarticulan las organizaciones mapuche, se enajenan las tierras comunales, distribuyéndose entre los hacendados pinochetistas. En los años 90, cuando muchos saludaban el fin de la dictadura y auguraban tiempos mejores, el pueblo mapuche seguiría acosado y perseguido. Se criminalizan sus reivindicaciones y se da rienda suelta a una de las más feroces represiones ejercidas por gobiernos electos democráticamente. Su impulsor será el entonces ministro de agricultura de Patricio Aylwin, Juan Agustín Figueroa, gran latifundista y con intereses económicos en los territorios mapuches, donde tiene sus propiedades. Fue el inductor de aplicar las leyes antiterroristas que ha llevado  a la cárcel a más de 50 lonkos y justificado la tortura a manos de las fuerzas de orden público.

Esta política siguió bajo el gobierno de Eduardo Frei, con la construcción de la represa hidroeléctrica Ralco. Su puesta en funcionamiento acabaría por destruir el patrimonio cultural de los pehuenches, dejando bajo sus aguas una parte fundamental de su arquitectura, cementerios y centros de culto. El etnocidio se consuma. Fueron presionados, violentados y obligados a trasladarse a las regiones altas de la cordillera de los Andes con temperaturas inferiores a cinco grados bajo cero en invierno. No sólo les quitaron sus pertenencias y territorios, rompieron  su ecosistema y profundizaron su pobreza. Endesa, la empresa propietaria, se lava las manos amparándose en las leyes vigentes que avalaron el proyecto.

En los gobiernos de Lagos y Bachelet se agudiza aún más la represión contra el pueblo mapuche y contra quienes hacen de la defensa del territorio su misión de vida. No se titubea en aplicarles el máximo rigor de las leyes creadas con ese fin, además de dar vía libre a los organismos policiales en reprimir de forma extrema a sus participantes. Así fue como se asesinó cobardemente a Alex Lemún, Jaime Mendoza Collío y Matías Catrileo, además del encarcelamiento de decenas de comuneros a quienes se les aplicaron penas del infierno.

Hoy durante el gobierno de Piñera, se continúa con la criminalización de la causa mapuche y contra sus comunidades, en función de garantizar la depredación y el cuidado de los intereses de los grandes grupos económicos que a costa de mutilar el medio ambiente, logran las utilidades económicas que dan sustento a su poderío.  El principal escollo para las transnacionales, ya no son los partidos o grupos de izquierda, son en efecto, los mapuche, por el lugar “estratégico” en que habitan, y por sus particulares virtudes demostradas a través de la historia: la defensa de su identidad, de su cultura, y por la existencia de su lengua de la tierra, que se niega a morir, hablándose de sus creencias, de su historia, y transmitiéndose prodigiosamente de madre a hijo.

La causa mapuche debiera ser la causa de los medio-ambientalistas, porque los mapuches de lejos llevan la delantera: tienen entereza moral, valentía, conciencia de bien, y están luchando por la recuperación de sus tierras con sus recursos incluidos, ríos, mar y árboles. Están luchando por el equilibrio medio-ambiental y tienen una larga bitácora que exhibir de esta larga lucha, mucho más larga que los libros, gráficos y encuestas que presentan los defensores medioambientalitas como los que vimos en la defensa de Hidroaysen.

Gonzalo Manquepillan O.

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